Foto Archivo Asociación Miguel Bru.
Sin un juez corrupto al frente de la investigación penal, y con la presión ejercida por el estado público que había tomado el reclamo de justicia, las pruebas se sumaron y fueron irrefutables. En 1996 el Juez Ricardo Szelagowsky ordenó la detención preventiva del subcomisario Walter Abrigo, e imputó al comisario Juan Domingo Ojeda y al efectivo Ramón Cerecetto. En 1997, en respuesta al pedido de absolución que presentaron los abogados de los cuatro policías imputados, Rosa se instaló con una carpa varios días frente al Juzgado para exigir que no dieran lugar a ese pedido.
El 28 de abril de 1999, seis años después de la desaparición de Miguel Bru en la Comisaría Novena, comenzó el juicio oral y público. López llegó al juicio en libertad ya que sus abogados defensores habían pedido la excarcelación argumentando que había estado tres años con prisión preventiva sin sentencia.
Durante dos semanas de extensas audiencias, declararon alrededor de 70 testigos. Además de los testimonios de los detenidos, fue fundamental la pericia caligráfica sobre el libro de guardia de la Comisaría, en donde figuran la entrada y salida de los detenidos. Quedó demostrado que habían escrito el nombre de Miguel Bru, pero lo borraron, y encima del borrón asentaron el nombre de otro detenido.
La medianoche del 17 de mayo de 1999 el tribunal integrado por los jueces Eduardo Hortel, María C. Rosentock y Pedro Luis Soria condenaron a prisión perpetua a los policías Justo José López y Walter Abrigo, acusados de tortura seguida de muerte, privación ilegal de la libertad y falta a los deberes de funcionario público, y también por apremios ilegales contra otro detenido, Roberto Díaz . Juan Domingo Ojeda y Ramón Ceresetto fueron condenados a dos años de prisión e inhabilitación de seis y cuatro años respectivamente para ejercer cargos públicos. Pero solo quedó detenido Abrigo. La sentencia fue apelada por la defensa de los condenados, quienes siguieron en libertad hasta el año 2000.