Por María Sucarrat .
Si una persona busca amor en la hostil Ciudad de Buenos Aires, sólo tiene que tocar el timbre en Andrés Ferreyra 3555, en el barrio Parque Patricios. Que esa dirección desborda de amor quedó demostrado en el cumpleaños número 14 de la Casa de Cultura y Oficios Miguel Bru cuando Rosa Schönfeld, mamá de Miguel y presidenta de la Asociación Miguel Bru viajó desde La Plata para participar de todas las actividades que se realizan allí. Una visita hermosa para todos los integrantes de la Casa, que la recibieron con mucha alegría.
Lucas Mac Guire, coordinador general, la recibió y la llevó al patio central. Enseguida comenzó el festejo, con unas palabras de Rosa y de Daniel Quiróz, coordinador de Oficios.
La Casa de Cultura y Oficios Parque Patricios se desarrolla en el marco del “Proyecto de Desarrollo Integral” de la AMB. Sus objetivos principales son promover la inclusión social mediante la capacitación en artes y oficios para fortalecer la empleabilidad y la promoción de espacios culturales; así como brindar un espacio de contención a niñxs, adolescentes, jóvenes y adultos en situación de vulnerabilidad social.
Rosa Bru agradeció la presencia de todos los integrantes y recordó el comienzo: “Cuando Cristian Alarcón me dijo ‘necesitamos un lugar para hacer actividades’ pensé que era imposible. Hoy los veo a ustedes y me conmueve cuántas cosas lindas se pueden hacer si se lucha para conseguir los objetivos que nos proponemos”. En el patio de la casa también estaba Sebastián Villalba, referente del Centro de Formación Profesional N° 9 de la Villa 21-24, a través del cual los cursos de oficios obtienen la certificación que habilita a los egresados a trabajar. “Siento una emoción muy grande, dijo Daniel Quiróz, también director de COPA. Yo me acerqué a la Bru en 2005 con la inquietud de realizar talleres de oficios más duros y entonces y hoy la esencia es la misma: que la población pueda ser protagonista, que pueda tener un título y pensar juntos la educación y el trabajo, la producción en cooperativas y en emprendimientos o simplemente que puedan realizarse en lo individual”. Lucas Mac Guire cerró la bienvenida: “Hace 14 años tuvimos un sueño. Y con ese único sueño pudimos generar un espacio que es para un montón de barrios de la zona sur de la ciudad pero también abrimos las puertas a muchísimas personas que están en situación de calle. En estos 14 años fuimos sumando lo que la demanda de estas personas nos pedía: talleres de formación cultural, una biblioteca popular, un cyber gratuito y comunitario, un baño con duchas, que parece una pavada pero que cuando una persona no tiene donde bañarse o usar los sanitarios se hace cuesta arriba. Pese a la desidia del Estado en los últimos cuatro años, pudimos multiplicar las fuerzas y tener muchos logros para llegar a todos y a todas ustedes”.
Luego la presidenta de la Asociación recorrió todos y cada uno de los espacios. Comenzó por el taller acondicionado para el dictado de Cursos de Instalación eléctrica y Reparación de electrodomésticos. Allí el profesor Luis mostró a Rosa el motor de una máquina de coser recién reparada y una jarra eléctrica que los alumnos construyeron con partes de otras que estaban rotas. En el mismo taller, Norberto mostró un nuevo emprendimiento que varios integrantes de la Casa formaron: instalación y reparación de aires acondicionados.
Del taller a la sala de computación. Alejandro Zapata interrumpió la clase para presentar a Rosa. Sus alumnos escucharon con emoción el recuerdo de Miguel que les llevó la mamá. “Estoy muy contento de estar acá, dijo Zapata. Yo comencé estudiando computación como ellos y ahora soy el profesor. Nunca me lo hubiera imaginado cuando llegué acá pero pude lograrlo”.
Dentro de esa misma sala funciona la biblioteca. Jorge Olgiati es el bibliotecario que pacientemente ordenó, clasificó y rotuló los más de 2000 ejemplares. Jorge le escribió una carta a Rosa que leyó ante ella, en voz bien alta. “Cuando se preguntan dónde está Miguel, yo les digo ‘Acá está Miguel´”.
En el patio, Aaron esperaba a Rosa para mostrarle una súper máquina creada por él. Una cortadora de vidrio con la que en su espacio cooperativo enseña a chicos y chicas a hacer y vender vasos y floreros con las botellas que se descartan.
Unos metros más allá, una banda de rock tocaba en la sala de ensayo monitoreados por Aldo, quien desde la cabina, opera las máquinas de sonido. Se trata de otra de las formas de la Casa. Una cooperativa de sonidistas que asisten a los músicos que alquilan la sala mediante un circuito cerrado de televisión y equipos de grabación.
Darío brinda apoyo escolar. Llegó a la Casa de Cultura y Oficios un poco después de conseguir un hogar para dormir. Antes, había perdido su trabajo y luego su casa. Hoy está más tranquilo y hasta pudo volver a estudiar. Sus pequeñas alumnas lo escuchan y escriben en el pizarrón. Rosa mira la escena ilusionada. Darío sabe lenguaje de señas y con movimientos precisos manda un mensaje: “¡Gracias Rosita Bru! ¡Gracias León Gieco!”.
El patio está preparado con colchonetas. Enrique se presenta. Le explica a Rosa que brinda un taller de Kung Fu. En dos maniobras, sin pegar una sola piña, reduce a un compañero que finge de atacante. Mientras lo tiene inmovilizado, bromea y hace que saca un celular: “Hola, voy a llegar más tarde porque tuve un inconveniente”. Todos ríen. Enrique cuenta que se trata de un arte delicado, que utiliza unos cuantos movimientos sin recurrir a la violencia. Claudio, el falso atacante, se saca la campera, se acuesta en las colchonetas y muestra la rutina de gimnasia que enseña en su taller. Rosa está feliz. Cuando terminan las demostraciones, cuenta anécdotas de su hijo Miguel.
En la entrada de la casa, una pequeña oficina se transformó en un atelier de belleza y salud holística. Mary y Naty le muestran a Rosa la cantidad de cosas que hacen allí adentro: peluquería, manicuría y pedicuría, masajes, maquillaje artístico, depilación. Las chicas constituyeron una cooperativa y no sólo atienden a vecinas y vecinos del barrio sino que también enseñan todo lo que saben.
El festejo se completa en la cocina. María Elena, Nice y Norberto están al mando. De pronto las puertas azules se abren y salen bandejas de Papa a la Huancaina, de Coxinhas brasileñas. Las arepas, a cargo de Jowell, calentitas y espectaculares. Todos comparten platos típicos cocinados por los integrantes de la cooperativa de Panadería y Comidas Regionales.
Falta la perla del encuentro: Chempes69, la cerveza artesanal totalmente realizada en la Casa de Cultura y Oficios. Rosa se emociona. «Chempes69» era la banda de música que tenía su hijo Miguel. Enseguida cuenta la historia del nombre. Todos aplauden, brindan, sonríen y festejan los 14 años de vida del sueño de tantos, la Casa de Cultura y Oficios Miguel Bru.